EL NUEVO TRAJE DEL EMPERADOR

EL TRAJE NUEVO DEL EMPERADOR

 

Pensado para grado noveno y décimo

Elaborado por: Felipe Galán Murillo

 

Texto: El traje nuevo del emperador.                

Autor: Hans Christian Andersen

 

Antes de la lectura

1. ¿Alguna vez has sentido vergüenza o miedo a decir la verdad? ¿Por qué?

2. ¿Qué significa ser honesto para ti?

 

El traje nuevo del Emperador

Hans Christian Andersen


Hace muchos años había un Emperador tan aficionado a los trajes nuevos, que gastaba todas sus rentas en vestir con la máxima elegancia.

No se interesaba por sus soldados ni por el teatro, ni le gustaba salir de paseo por el campo, a menos que fuera para lucir sus trajes nuevos. Tenía un vestido distinto para cada hora del día, y de la misma manera que se dice de un rey: “Está en el Consejo”, de nuestro hombre se decía: “El Emperador está en el vestuario”.

La ciudad en que vivía el Emperador era muy alegre y bulliciosa. Todos los días llegaban a ella muchísimos extranjeros, y una vez se presentaron dos truhanes que se hacían pasar por tejedores, asegurando que sabían tejer las más maravillosas telas. No solamente los colores y los dibujos eran hermosísimos, sino que las prendas con ellas confeccionadas poseían la milagrosa virtud de ser invisibles a toda persona que no fuera apta para su cargo o que fuera irremediablemente estúpida.

-¡Deben ser vestidos magníficos! -pensó el Emperador-. Si los tuviese, podría averiguar qué funcionarios del reino son ineptos para el cargo que ocupan. Podría distinguir entre los inteligentes y los tontos. Nada, que se pongan enseguida a tejer la tela-. Y mandó abonar a los dos pícaros un buen adelanto en metálico, para que pusieran manos a la obra cuanto antes.

Ellos montaron un telar y simularon que trabajaban; pero no tenían nada en la máquina. A pesar de ello, se hicieron suministrar las sedas más finas y el oro de mejor calidad, que se embolsaron bonitamente, mientras seguían haciendo como que trabajaban en los telares vacíos hasta muy entrada la noche.

«Me gustaría saber si avanzan con la tela»-, pensó el Emperador. Pero había una cuestión que lo tenía un tanto cohibido, a saber, que un hombre que fuera estúpido o inepto para su cargo no podría ver lo que estaban tejiendo. No es que temiera por sí mismo; sobre este punto estaba tranquilo; pero, por si acaso, prefería enviar primero a otro, para cerciorarse de cómo andaban las cosas. Todos los habitantes de la ciudad estaban informados de la particular virtud de aquella tela, y todos estaban impacientes por ver hasta qué punto su vecino era estúpido o incapaz.

«Enviaré a mi viejo ministro a que visite a los tejedores -pensó el Emperador-. Es un hombre honrado y el más indicado para juzgar de las cualidades de la tela, pues tiene talento, y no hay quien desempeñe el cargo como él».

El viejo y digno ministro se presentó, pues, en la sala ocupada por los dos embaucadores, los cuales seguían trabajando en los telares vacíos. «¡Dios nos ampare! -pensó el ministro para sus adentros, abriendo unos ojos como naranjas-. ¡Pero si no veo nada!». Sin embargo, no soltó palabra.

Los dos fulleros le rogaron que se acercase y le preguntaron si no encontraba magníficos el color y el dibujo. Le señalaban el telar vacío, y el pobre hombre seguía con los ojos desencajados, pero sin ver nada, puesto que nada había. «¡Dios santo! -pensó-. ¿Seré tonto acaso? Jamás lo hubiera creído, y nadie tiene que saberlo. ¿Es posible que sea inútil para el cargo? No, desde luego no puedo decir que no he visto la tela».



-¿Qué? ¿No dice Vuecencia nada del tejido? -preguntó uno de los tejedores.

-¡Oh, precioso, maravilloso! -respondió el viejo ministro mirando a través de los lentes-. ¡Qué dibujo y qué colores! Desde luego, diré al Emperador que me ha gustado extraordinariamente.

-Nos da una buena alegría -respondieron los dos tejedores, dándole los nombres de los colores y describiéndole el raro dibujo. El viejo tuvo buen cuidado de quedarse las explicaciones en la memoria para poder repetirlas al Emperador; y así lo hizo.

Los estafadores pidieron entonces más dinero, seda y oro, ya que lo necesitaban para seguir tejiendo. Todo fue a parar a sus bolsillos, pues ni una hebra se empleó en el telar, y ellos continuaron, como antes, trabajando en las máquinas vacías.

Poco después el Emperador envió a otro funcionario de su confianza a inspeccionar el estado de la tela e informarse de si quedaría pronto lista. Al segundo le ocurrió lo que al primero; miró y miró, pero como en el telar no había nada, nada pudo ver.

 

-¿Verdad que es una tela bonita? -preguntaron los dos tramposos, señalando y explicando el precioso dibujo que no existía.

«Yo no soy tonto -pensó el hombre-, y el empleo que tengo no lo suelto. Sería muy fastidioso. Es preciso que nadie se dé cuenta». Y se deshizo en alabanzas de la tela que no veía, y ponderó su entusiasmo por aquellos hermosos colores y aquel soberbio dibujo.

 

-¡Es digno de admiración! -dijo al Emperador.

 

Todos los moradores de la capital hablaban de la magnífica tela, tanto, que el Emperador quiso verla con sus propios ojos antes de que la sacasen del telar. Seguido de una multitud de personajes escogidos, entre los cuales figuraban los dos probos funcionarios de marras, se encaminó a la casa donde paraban los pícaros, los cuales continuaban tejiendo con todas sus fuerzas, aunque sin hebras ni hilados.

 

-¿Verdad que es admirable? -preguntaron los dos honrados dignatarios-. Fíjese Vuestra Majestad en estos colores y estos dibujos -y señalaban el telar vacío, creyendo que los demás veían la tela.

 

«¡Cómo! -pensó el Emperador-. ¡Yo no veo nada! ¡Esto es terrible! ¿Seré tan tonto? ¿Acaso no sirvo para emperador? Sería espantoso».

 

-¡Oh, sí, es muy bonita! -dijo-. Me gusta, la apruebo-. Y con un gesto de agrado miraba el telar vacío; no quería confesar que no veía nada.

 

Todos los componentes de su séquito miraban y remiraban, pero ninguno sacaba nada en limpio; no obstante, todo era exclamar, como el Emperador: -¡oh, qué bonito!-, y le aconsejaron que estrenase los vestidos confeccionados con aquella tela en la procesión que debía celebrarse próximamente. -¡Es preciosa, elegantísima, estupenda!- corría de boca en boca, y todo el mundo parecía extasiado con ella.

El Emperador concedió una condecoración a cada uno de los dos bribones para que se las prendieran en el ojal, y los nombró tejedores imperiales.

 

Durante toda la noche que precedió al día de la fiesta, los dos embaucadores estuvieron levantados, con dieciséis lámparas encendidas, para que la gente viese que trabajaban activamente en la confección de los nuevos vestidos del Soberano. Simularon quitar la tela del telar, cortarla con grandes tijeras y coserla con agujas sin hebra; finalmente, dijeron: -¡Por fin, el vestido está listo!

Llegó el Emperador en compañía de sus caballeros principales, y los dos trúhanes, levantando los brazos como si sostuviesen algo, dijeron:

 

-Esto son los pantalones. Ahí está la casaca. -Aquí tienen el manto… Las prendas son ligeras como si fuesen de telaraña; uno creería no llevar nada sobre el cuerpo, mas precisamente esto es lo bueno de la tela.

 

-¡Sí! -asintieron todos los cortesanos, a pesar de que no veían nada, pues nada había.

 

-¿Quiere dignarse Vuestra Majestad quitarse el traje que lleva -dijeron los dos bribones- para que podamos vestirle el nuevo delante del espejo?



Quitose el Emperador sus prendas, y los dos simularon ponerle las diversas piezas del vestido nuevo, que pretendían haber terminado poco antes. Y cogiendo al Emperador por la cintura, hicieron como si le atasen algo, la cola seguramente; y el Monarca todo era dar vueltas ante el espejo.

 

-¡Dios, y qué bien le sienta, le va estupendamente! -exclamaban todos-. ¡Vaya dibujo y vaya colores! ¡Es un traje precioso!

 

-El palio bajo el cual irá Vuestra Majestad durante la procesión, aguarda ya en la calle – anunció el maestro de Ceremonias.

 

-Muy bien, estoy a punto -dijo el Emperador-. ¿Verdad que me sienta bien? – y volviose una vez más de cara al espejo, para que todos creyeran que veía el vestido.

 

 

Los ayudas de cámara encargados de sostener la cola bajaron las manos al suelo como para levantarla, y avanzaron con ademán de sostener algo en el aire; por nada del mundo hubieran confesado que no veían nada. Y de este modo echó a andar el Emperador bajo el magnífico palio, mientras el gentío, desde la calle y las ventanas, decía:

 

-¡Qué preciosos son los vestidos nuevos del Emperador! ¡Qué magnífica cola! ¡Qué hermoso es todo!

 

Nadie permitía que los demás se diesen cuenta de que nada veía, para no ser tenido por incapaz en su cargo o por estúpido. Ningún traje del Monarca había tenido tanto éxito como aquél.

 

-¡Pero si no lleva nada! -exclamó de pronto un niño.

 

-¡Dios bendito, escuchen la voz de la inocencia! -dijo su padre; y todo el mundo se fue repitiendo al oído lo que acababa de decir el pequeño.

 

-¡No lleva nada; es un chiquillo el que dice que no lleva nada!

 

-¡Pero si no lleva nada! -gritó, al fin, el pueblo entero.

 

Aquello inquietó al Emperador, pues barruntaba que el pueblo tenía razón; mas pensó: «Hay que aguantar hasta el fin». Y siguió más altivo que antes; y los ayudas de cámara continuaron sosteniendo la inexistente cola.

 

FIN

 

Preguntas antes de la lectura:

¿Qué expectativas tienes sobre el comportamiento de un emperador en un cuento clásico?

¿Cómo crees que la vanidad o el orgullo pueden influir en las decisiones de un líder?

¿Has escuchado sobre el concepto de "presión social"? ¿Cómo crees que esto podría jugar un papel en la historia?

¿Qué crees que podría significar "ver lo que no existe"? ¿En qué situaciones de la vida real crees que sucede algo similar?

¿Qué rol crees que juega la apariencia en nuestra sociedad, y cómo crees que esto podría conectarse con el cuento?

Durante  la lectura

1. ¿Alguna vez has visto algo similar en la vida real? ¿Qué pasó?

2. ¿Cómo se relaciona la historia con la idea de "apariencias engañosas"?

3. ¿Qué mensaje crees que el autor quiere transmitir sobre la honestidad y la verdad?

Después de la lectura

Preguntas tipo SABER

Nivel literal

 1. ¿Qué fue lo que más le interesaba al emperador según el cuento?

     A. Los soldados

     B. Los trajes nuevos

     C. El teatro

     D. Los paseos por el campo

 2. ¿Qué característica especial tenían las telas que los embaucadores afirmaban tejer?

     A. Eran invisibles a las personas inteligentes

    B. Solo podían ser vistas por personas aptas para su cargo

    C. Tenían colores que cambiaban de acuerdo a la luz

    D. Eran ligeras como el aire

 3. ¿Qué pensaba el viejo ministro cuando no vio la tela en el telar?

     A. Que los tejedores eran incompetentes

    B. Que estaba perdiendo la vista

    C. Que era inepto para su cargo

    D. Que la tela estaba escondida

 4. ¿Cómo reaccionaron los cortesanos y habitantes de la ciudad al desfile del emperador con su nuevo traje?

     A. Lo ridiculizaron abiertamente

    B. Fingieron admirar el traje

    C. Se fueron en silencio

    D. Gritaron que no llevaba ropa

Nivel inferencial

5. ¿Por qué el emperador no se atrevió a decir que no podía ver el traje?

     A. Porque temía ser considerado estúpido o incapaz para su cargo

    B. Porque no entendía lo que decían los tejedores

    C. Porque creía que todos los demás podían ver el traje

    D. Porque quería darles más tiempo a los tejedores

 6. ¿Qué representa el comportamiento del emperador al desfilar con un traje invisible?

     A. La importancia de la honestidad en los gobernantes

    B. El miedo a parecer tonto o inadecuado frente a los demás

    C. La necesidad de buscar siempre el lujo

    D. La ignorancia de la aristocracia frente a los artesanos

 7. ¿Qué podría simbolizar el niño que dice que el emperador no lleva nada?

     A. La inocencia que no está influenciada por el miedo a la opinión de otros

    B. La desobediencia frente a la autoridad

    C. La falta de respeto hacia los mayores

    D. El deseo de romper las normas sociales

 Nivel crítico

8. Si los ciudadanos sabían que el emperador no llevaba nada, ¿por qué crees que continuaron fingiendo?

    A. Porque no querían enfrentarse a la autoridad

    B. Porque tenían miedo de perder sus posiciones sociales

    C. Porque realmente creían que podían ver la tela

    D. Porque querían hacer reír al emperador

 9. ¿Qué crítica social podría estar haciendo Andersen con esta historia?

     A. Que la vanidad y el orgullo pueden cegar a las personas

    B. Que la aristocracia siempre explota al pueblo

    C. Que los gobernantes deben ser siempre sabios e infalibles

    D. Que la inteligencia es relativa y subjetiva

 10. ¿Cómo podría aplicarse la lección del cuento a la sociedad actual?

    A. La presión social a veces nos obliga a aceptar cosas que sabemos que son falsas

    B. Los líderes siempre tienen razón, aunque no lo parezca

    C. La moda sigue siendo lo más importante en nuestra sociedad

    D. Las decisiones personales no tienen repercusión social

11. Argumenta tu repuesta 10, mediante un texto argumentativo.



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