CAPÍTULO I - EL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA
ANTES DE LA LECTURA
1. ¿Quién es Miguel de Cervantes Saavedra?
2. ¿Qué sabes del Quijote?
CAPÍTULO I
Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo
don Quijote de la Mancha
En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho
tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco
y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches,
duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura
los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían
sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo,
y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino. Tenía en su casa
una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte,
y un mozo de campo y plaza, que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera.
Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia,
seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir Con estas razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por
entenderlas y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el
mesmo Aristóteles, si resucitara para sólo ello. No estaba muy bien con las heridas
que don Belianís daba y recebía, porque se imaginaba que, por grandes maestros
que le hubiesen curado, no dejaría de tener el rostro y todo el cuerpo lleno de
cicatrices y señales. Pero, con todo, alababa en su autor aquel acabar su libro con
la promesa de aquella inacabable aventura, y muchas veces le vino deseo de tomar
la pluma y dalle fin al pie de la letra, como allí se promete; y sin duda alguna lo
hiciera, y aun saliera con ello, si otros mayores y continuos pensamientos no se
lo estorbaran. Tuvo muchas veces competencia con el cura de su lugar (que era
hombre docto, graduado en Sigüenza), sobre cuál había sido mejor caballero:
Palmerín de Ingalaterra, o Amadís de Gaula; mas maese Nicolás, barbero del
mismo pueblo, decía que ninguno llegaba al Caballero del Febo, y que si alguno
se le podía comparar, era don Galaor, hermano de Amadís de Gaula, porque tenía
muy acomodada condición para todo; que no era caballero melindroso, ni tan
llorón como su hermano, y que en lo de la valentía no le iba en zaga.
que tenía el sobrenombre de Quijada, o Quesada, que en esto hay alguna diferencia
en los autores que deste caso escriben; aunque por conjeturas verosímiles se deja
entender que se llamaba Quijana. Pero esto importa poco a nuestro cuento: basta
que en la narración dél no se salga un punto de la verdad.
Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso,
que eran los más del año, se daba a leer libros de caballerías, con tanta afición y
gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración
de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió
muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en
que leer, y así, llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos;
y de todos, ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso
Feliciano de Silva; porque la claridad de su prosa y aquellas entricadas razones
suyas le parecían de perlas, y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros
y cartas de desafíos, donde en muchas partes hallaba escrito: «La razón de la
sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con
razón me quejo de la vuestra fermosura». Y también cuando leía: «... los altos
cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican, y os
hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza».
Con estas razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por entenderlas y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mesmo Aristóteles, si resucitara para solo ello. No estaba muy bien con las heridas que don Belianís daba y recebía, porque se imaginaba que, por grandes maestros que le hubiesen curado, no dejaría de tener el rostro y todo el cuerpo lleno de cicatrices y señales. Pero, con todo, alababa en su autor aquel acabar su libro con la promesa de aquella inacabable aventura, y muchas veces le vino deseo de tomar la pluma y dalle fin al pie de la letra como allí se promete; y sin duda alguna lo hiciera, y aun saliera con ello, si otros mayores y continuos pensamientos no se lo estorbaran. Tuvo muchas veces competencia con el cura de su lugar —que era hombre docto, graduado en Cigüenza— sobre cuál había sido mejor caballero: Palmerín de Ingalaterra o Amadís de Gaula; mas maese Nicolás, barbero del mesmo pueblo, decía que ninguno llegaba al Caballero del Febo, y que si alguno se le podía comparar era don Galaor, hermano de Amadís de Gaula, porque tenía muy acomodada condición para todo, que no era caballero melindroso, ni tan llorón como su hermano, y que en lo de la valentía no le iba en zaga
En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las
noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco
dormir y del mucho leer se le secó el celebro de manera que vino a perder el juicio.
Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamentos
como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y
disparates imposibles; y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad
toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que leía, que para él no
había otra historia más cierta en el mundo. Decía él que el Cid Ruy Díaz había sido
muy buen caballero; pero que no tenía que ver con el Caballero de la Ardiente
Espada, que de sólo un revés había partido por medio dos fieros y descomunales
gigantes. Mejor estaba con Bernardo del Carpio, porque en Roncesvalles había
muerto a Roldán el encantado, valiéndose de la industria de Hércules, cuando
ahogó a Anteo, el hijo de la Tierra, entre los brazos. Decía mucho bien del gigante
Morgante, porque, con ser de aquella generación gigantea, que todos son
soberbios y descomedidos, él solo era afable y bien criado. Pero, sobre todos,
estaba bien con Reinaldos de Montalbán, y más cuando le veía salir de su castillo
y robar cuantos topaba, y cuando en allende robó aquel ídolo de Mahoma que era
todo de oro, según dice su historia. Diera él, por dar una mano de coces al traidor
de Galalón, al ama que tenía, y aun a su sobrina de añadidura.
En efecto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño pensamiento
que jamás dio loco en el mundo; y fue que le pareció convenible y necesario,
así para el aumento de su honra como para el servicio de su república, hacerse
caballero andante, y irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las
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Y lo primero que hizo fue limpiar unas armas que habían sido de sus
bisabuelos, que, tomadas de orín y llenas de moho, luengos siglos había que
estaban puestas y olvidadas en un rincón. Limpiolas y aderezolas lo mejor que
pudo, pero vio que tenían una gran falta, y era que no tenían celada de encaje,
sino morrión simple; mas a esto suplió su industria, porque de cartones hizo un
modo de media celada, que, encajada con el morrión, hacían una apariencia de
celada entera. Es verdad que para probar si era fuerte y podía estar al riesgo de
una cuchillada, sacó su espada y le dio dos golpes, y con el primero y en un punto
deshizo lo que había hecho en una semana; y no dejó de parecerle mal la facilidad
con que la había hecho pedazos, y, por asegurarse deste peligro, la tornó a hacer
de nuevo, poniéndole unas barras de hierro por de dentro, de tal manera, que
él quedó satisfecho de su fortaleza y, sin querer hacer nueva experiencia della,
la diputó y tuvo por celada finísima de encaje.
Fue luego a ver su rocín, y aunque tenía más
cuartos que un real y más tachas que el caballo de
Gonela, le pareció que ni el Bucéfalo de Alejandro ni
Babieca el del Cid con él se igualaban. Cuatro días se
le pasaron en imaginar qué nombre le pondría; porque
(según se decía él a sí mesmo) no era razón que caballo
de caballero tan famoso, y tan bueno él por sí, estuviese
sin nombre conocido; y ansí, procuraba acomodársele
de manera que declarase quién había sido antes que
fuese de caballero andante, y lo que era entonces; pues
estaba muy puesto en razón que, mudando su señor
estado, mudase él también el nombre, y le cobrase
famoso y de estruendo, como convenía a la nueva orden
y al nuevo ejercicio que ya profesaba; y así, después
de muchos nombres que formó, borró y quitó, añadió,
deshizo y tornó a hacer en su memoria e imaginación, al
fin le vino a llamar Rocinante, nombre, a su parecer, alto,
sonoro y significativo de lo que había sido cuando fue
rocín, antes de lo que ahora era, que era antes y primero
de todos los rocines del mundo.
Puesto nombre, y tan a su gusto, a su caballo,
quiso ponérsele a sí mismo, y en este pensamiento
duró otros ocho días, y al cabo se vino a llamar don
Quijote; de donde, como queda dicho, tomaron ocasión
los autores desta tan verdadera historia que, sin duda,
se debía de llamar Quijada, y no Quesada, como otros
quisieron decir. Pero, acordándose que el valeroso
Amadís no sólo se había contentado con llamarse
Amadís a secas, sino que añadió el nombre de su reino y
patria, por hacerla famosa, y se llamó Amadís de Gaula,
así quiso, como buen caballero, añadir al suyo el nombre
de la suya y llamarse don Quijote de la Mancha, con que,
a su parecer, declaraba muy al vivo su linaje y patria, y la
honraba con tomar el sobrenombre della.
Limpias, pues, sus armas, hecho del morrión celada, puesto nombre a su
rocín y confirmándose a sí mismo, se dio a entender que no le faltaba otra cosa
sino buscar una dama de quien enamorarse: porque el caballero andante sin
amores era árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma. Decíase él:
—Si yo, por malos de mis pecados, o por mi buena suerte, me encuentro por
ahí con algún gigante, como de ordinario les acontece a los caballeros andantes,
y le derribo de un encuentro, o le parto por mitad del cuerpo, o, finalmente, le
venzo y le rindo, ¿no será bien tener a quien enviarle presentado, y que entre y se
hinque de rodillas ante mi dulce señora, y diga con voz humilde y rendida:
«Yo, señora, soy el gigante Caraculiambro, señor de la ínsula Malindrania, a quien
venció en singular batalla el jamás como se debe alabado caballero don Quijote
de la Mancha, el cual me mandó que me presentase ante vuestra merced, para
que la vuestra grandeza disponga de mí a su talante?
¡Oh, cómo se holgó nuestro buen caballero cuando hubo hecho este
discurso, y más cuando halló a quien dar nombre de su dama! Y fue, a lo que
se cree, que en un lugar cerca del suyo había una moza labradora de muy buen
parecer, de quien él un tiempo anduvo enamorado, aunque, según se entiende,
ella jamás lo supo, ni le dio cata dello. Llamábase Aldonza Lorenzo, y a ésta le
pareció ser bien darle título de señora de sus pensamientos; y, buscándole nombre
que no desdijese mucho del suyo, y que tirase y se encaminase al de princesa y
gran señora, vino a llamarla Dulcinea del Toboso, porque era natural del Toboso;
nombre, a su parecer, músico y peregrino y significativo, como todos los demás
que a él y a sus cosas había puesto.
DURANTE LA LECTURA
1. ¿Por qué Alonso Quijano desea hacerse caballero andante?
2. ¿De quién pertenecían las armas que el hidalgo limpió?
3. ¿Cuánto tiempo pasó antes que el hidalgo colocara nombre a su caballo?
4. Las palabras subrayadas tienen varios rasgos en común, cuáles son?
5. ¿Quiénes son ; Amadis de Gaula y Aldonza Lorenzo?
DESPUÉS DE LA LECTURA
1. Realiza un texto discontinuo del capítulo que acabas de leer,
2. ¿Por qué EL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA, no es una novela de caballería?
3. Dibuja a Aldonza Lorenzo.
Excelente
ResponderBorrarEstuvo exelente 👍🏼
ResponderBorrarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarMagníficamente excelente 🧐
ResponderBorrarEstuvo bueno 🖒
ResponderBorrarMe parece un libro muy interesante por qué nos habla de que los libros nos puede convertir en otras personas 10-1
ResponderBorrarUn muy buen libro
ResponderBorrarMe gustó mucho
ResponderBorrarMe pareció muy chebre el libro porq nos deja una buena enseñanza para los estudiantes y habla de muchas cosas buenas para nuestra vida
ResponderBorrarDefinitivamente muy excelente;)
ResponderBorrarIncreíble 👍🏾
ResponderBorrarMe pareció muy chebre el libro porq nos deja una buena enseñanza para los estudiantes y habla de muchas cosas buenas para nuestra vida 10:01
ResponderBorrarExcelente
ResponderBorrarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarMe gustó mucho el libro, ya que me gusta mucho Don quijote
ResponderBorrarMe gusto esta actividad
ResponderBorrarEl Quijote es considerada una obra la cual explora temas como la realidad vs. la imaginación, nos habla acerca de la búsqueda de la identidad y la crítica social.
ResponderBorrarCervantes nos introduce a un personaje fascinante y complejo. Don Quijote, un hidalgo de la Mancha, es un hombre de avanzada edad que, obsesionado con las novelas de caballería, decide convertirse en un caballero andante. Su locura, lejos de ser patética, es una muestra de su idealismo y su deseo de vivir una vida más emocionante.
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